Esta ha sido una buena semana para los indignados de Wall Street. Las detenciones de 700 activistas el fin de semana pasado en el puente de Brooklyn les dieron una inesperada publicidad. Los medios estadounidenses que hasta ahora no les habían prestado mucha atención empezaron a hablar de ellos. Varios sindicatos de Nueva York decidieron respaldar el movimiento y la manifestación del pasado jueves en favor del "99%" (de la población), consiguió reunir unas 5.000 personas.
Pero aunque muchos estadounidenses simpaticen con su causa y el Movimiento Occupy Wall Street (Ocupad Wall Street) tenga miles de fans en los medios sociales, lo cierto es que apenas un centenar de entusiastas, en su gran mayoría estudiantes, mantienen la llama viva durmiendo a la intemperie en el parque Zuccotti, en la acera de Broadway. Y cuando se cumplen tres semanas de protestas, el movimiento, que insiste en no tener líderes y tomar todas sus decisiones en una gran asamblea, no parece dar claras señales del camino a tomar o del mensaje a transmitir.
"Aquí hay muchos soñadores pero poca gente que toma decisiones", asegura Mayra Oppy, que con su amiga Diane Wolf condujo 21 horas desde Nebraska para apuntarse al movimiento y fueron de las primeras en ocupar la placeta del centro financiero. Las dos llevan camisetas a favor de la legalización de la marihuana y dicen que su primera prioridad no son los bancos sino el medio ambiente. "Aquí la gente es estupenda, pero como no articulemos esto pronto no sé muy bien a dónde vamos a ir", añade Mayra.
Brian ha venido de un pueblo cerca de Pittsburgh (Pensilvania), y piensa que el movimiento podría convertirse en algo así como un Tea Party de izquierdas "porque es algo realmente espontáneo, ciudadano" aunque teme que pueda ser recuperado por otras organizaciones "como pasó con los republicanos".
Chris Hedge mira a los manifestantes sin atreverse a participar. Este jubilado estuvo en las protestas pacifistas de los años sesenta y se identifica con la energía de los manifestantes pero no con sus métodos. "Está muy bien que canten, pero debería haber más discursos y más consistencia en el mensaje; no es que nosotros fuéramos mucho más organizados, pero la gente sabía por qué estábamos en la calle". Hedge achaca la confusión "a la falta de madurez política de los estadounidenses" y reconoce que sin duda no hubiera ido al parque Zuccoti de no ser por la decepción de los sectores más progresistas con la gestión de Barack Obama.
El presidente de EEUU se ha mostrado comprensivo con los manifestantes. "La gente está frustrada y las protestas reflejan una frustración mucho más amplia sobre cómo funciona nuestro sistema financiero", dijo Obama el jueves.
El apoyo de los sindicatos ha sido un elemento importante. Pero al igual que en el resto de los países occidentales, las organizaciones sindicales estadounidenses luchan por no caer en la irrelevancia. Apoyar Occupy Wall Street les ha dado una inesperada popularidad, pero no se plantean articular sus reivindicaciones con las del movimiento ni tampoco saben cómo reaccionarán si las protestas siguen siendo un popurrí de aspiraciones inconexas.
"Todos somos víctimas del sistema y por eso debemos solidarizarnos los unos con los otros, siempre y cuando sean protestas pacifistas", comenta Fitz Reid, presidente del sindicato de empleados de hospital, que participó en la manifestación del jueves. "Estos jóvenes han dando una nueva vitalidad a los problemas que llevamos padeciendo desde el inicio de la crisis", añade el dirigente sindical.
Una vitalidad mucho más efectiva que la de los propios sindicatos, que no han sabido canalizar el malestar de sus miembros y que en este momento tampoco se sienten respaldados por el Gobierno de Obama. Washington no se volcó con las organizaciones sindicales cuando empezaron a ser objeto de los ataques directos de gobernadores republicanos, como ocurrió el pasado invierno en el estado de Wisconsin, donde hubo una feroz batalla que han ganado los conservadores al restringir en parte el derecho a la huelga de los empleados públicos.
Oportunismo político
Las protestas de los indignados llegan en un momento en el que el oportunismo político parece la norma, cuando queda poco para el inicio de la larga campaña electoral a las elecciones presidenciales de 2012. "El nacimiento de Occupy Wall Street ocurre justo cuando los líderes demócratas están orientándose hacia una agenda más populista", escribió en The Washington Post el comentarista político Ezra Klein. "En los últimos días algunos han expresado su solidaridad con el mensaje de los manifestantes contra las grandes corporaciones", observó el comentarista.
Nadie niega que Occupy Wall Street refleja el sentimiento de muchos estadounidenses que nunca se apuntarían a una manifestación. Incluso el presidente de la Reserva Federal de Dallas, Richard Fisher, confesó ante un grupo de empresarios atónitos que sentía cierta simpatía por los manifestantes. "Hay demasiada gente en paro. La distribución de la riqueza es cada vez más desigual. La gente está muy frustrada y puedo entender su frustración".
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