El hombre, que inició el periplo para olvidar una depresión, está actualmente en Kingston, a orillas del lago Ontario, una de las últimas etapas antes de llegar a Ottawa y Montreal, desde donde partió el 18 de agosto de 2000, y donde es esperado el 16 de octubre.
Atravesó desiertos y montañas; se enamoró de México por nueve días; lució turbante y una larga barba en Sudán; comió insectos en África, perro en Corea y serpiente en China; y fue escoltado por soldados en Filipinas.
Durante su largo itinerario, no tuvo enfermedades que requieran intenso cuidado, salvo una vez, y fue curado con éxito en Argelia; solo fue atacado por dos jóvenes ladrones en Sudáfrica, y fue arrestado en Addis Abeba sin saber el motivo, para ser liberado al día siguiente.
El momento de mayor desesperación tuvo lugar justamente en Etiopía, donde se sintió rechazado, sin contacto con la gente, ni siquiera con los niños que encontraba en su camino.
Desde luego que durmió bajo puentes, en refugios para indigentes, incluso en prisiones, pero a menudo fue invitado a dormir y comer en casa de personas seducidas por su aventura.
Partió con 4.000 dólares, la suma aproximada que gastó por cada año, y nunca tuvo patrocinadores. Espera escribir un libro, dar conferencias y promover “la armonía entre la gente y escuchar al otro, negarse a rechazar al otro”
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